‘Superan balazos a los abrazos’

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Iris Velázquez
Tras el asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, la comunidad de Cerocahui, en Chihuahua, llora, aseveró el cura Javier Ávila, conocido como el padre “Pato”.

El jesuita contó en entrevista con Grupo REFORMA que el martes visitó ese pueblo de la Sierra Tarahumara, donde encontró lágrimas y lamentos por el crimen que les arrebató a dos personas que ayudaban al necesitado.

“Eran muy tranquilos los dos, vivían en paz, vivían en mucha relación con el pueblo, con la gente. Los querían mucho. No eran nada conflictivos, nada, eran tranquilos; no había ningún señalamiento que dijeran ‘con razón los mandaron matar’. No, para nada”, señaló.

“Buenos pastores y, le digo, era gente muy querida en su comunidad, tan querida que ahorita la comunidad está lastimada, está triste, está adolorida con los acontecimientos”.

Ávila señaló que el también sacerdote Jesús Reyes, quien presenció el asesinato de sus hermanos el pasado lunes, aún no sabe por qué a él no le disparó José Noel Portillo, alias “El Chueco”, líder de una organización criminal que fue señalado como autor del doble homicidio.

El criminal, indicó, le pidió perdón a Reyes y él le aconsejo retomar el camino del bien.

Pasos cautos

“Pato” Ávila aseveró que todo aquel que pisa la Sierra Tarahumara sabe que se trata de una región con violencia, en la que hay que pisar firme, pero con cautela, desde hace más de dos décadas.

“Eso lo hemos vivido y experimentado todos. No sólo la zona de Cerocahui, Creel, Guachochi, el sur, de Chinatu, de Chinipas, es una región conflictiva todo esto. Sabemos y caminamos con prudencia, no somos imprudentes, aunque a veces, de repente, nos hartemos y digamos ‘¡ya!'”, expuso.

“Sabemos que hay poblaciones en que se dice ‘de tal hora a tal hora, ahí la circulación se cancela, ahí la circulación se prohibe’. En tal comunidad, en tales horas, en cuanto se meta el sol ya no hay que salir, las cosas cambiaron de manera muy lamentable”.

Pese a las condiciones y estar expuestos, resaltó, los misioneros acuden a la región porque se necesita su presencia.

En vista de que los pasos cautos han sido insuficientes, subrayó, es necesario que el Estado cumpla con su obligación de garantizar la seguridad a los ciudadanos, más allá de la frase del Presidente Andrés Manuel López Obrador: “Abrazos, no balazos”.

“Ahorita ya los abrazos no alcanzan para cubrir los balazos, ¿me explico? Hay tantos balazos que ya no puede uno dar tantos abrazos, superan los balazos a los abrazos. En otras palabras, esos principios no funcionan, son ilógicos”, consideró.

Risueños y sencillos

El padre “Pato” recordó que los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora eran muy queridos por la comunidad.

De Campos, apodado “El Gallo”, recuerda su singular humor. Refirió que el sobrenombre se lo ganó por cantar como este animal a donde llegara para levantar los ánimos, romper el silencio o, simplemente, anunciar su llegada. Con respecto a Mora, indicó que -con cariño- sus compañeros y vecinos lo llamaban “Morita”, y dijo que estaba constantemente preocupado por pelear contra conflictos de derechos humanos en su comunidad.

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