La crisis de los 300 mil: Javier Esquivel

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Por:

Francisco Pérez

enero 10, 2022

Nada puede reflejar la realidad del seno familiar que ha visto fracturarse sus sueños, sus planes a mediano y largo plazos

Javier Esquivel 

Dicen que las personas que nos dedicamos a escribir tenemos la responsabilidad de dejar un testimonio de nuestra interpretación de la realidad que nos toca vivir.

Hoy en los inicios del año 2022 y después de haber trabajado durante mucho tiempo y de ser un analista y consultor en materia de gestión crisis, nunca imaginé ser testigo de uno de los ahogos sociales más terribles en los últimos tiempos.

Ahora más que nunca viene a mi mente aquel consejo que mis mentores en la materia me reiteraban una y otra vez: “Las crisis deben medirse a partir de las consecuencias que podrían tener sobre la política o la economía”. Sin embargo, hoy agregaría que deben dimensionarse siempre en el sentir emocional que genera en el ser humano vulnerado.

Persistentemente he creído que medir y gestionar una crisis en función de los medios de comunicación es un error. La viralización mediática en estos dos años de pandemia han potencializado la situación a favor o en contra de todos los actores responsables y los involucrados.

Hoy es más que necesario situarnos en el sector más importante, pero también el más lastimado: la familia, sus deudos, sus miedos y sus nulas expectativas.

En este escenario de crisis –donde más de 300 mil familias mexicanas hemos perdido a seres queridos y amigos– es más que preciso apartarnos de la óptica y de la interpretación o persuasión política que imprimen las noticias o las declaraciones de los gobiernos.

Nada puede reflejar la realidad del seno familiar que ha visto fracturarse sus sueños, sus planes a mediano y largo plazos. Hoy las convivencias íntimas se han visto desarticuladas y canceladas para siempre.

De todo esto no hay estadística o reporte que las documente para prever el daño de la crisis. Tampoco hay programa de Gobierno o análisis académico que permita encontrar una reparación del daño que deja ese dardo de desasosiego y desorden irreparable que ha trastocado vidas.

Para ello, no hay estrategia, táctica o mensaje mediático que pueda intentar mediar las emociones que hacen mella en cada caso particular. Para una familia lastimada, no vale pensar en etapas de identificación, control o medidas correctivas.

No hay creación de escenarios lógicos, estructurales y controlables. Hoy la crisis de la vida ausente no se supedita a manejar la imagen de la crisis, no se centra en la identificación de un riesgo o problema que resolver para luego modificar su percepción.

En esta crisis no hay responsables, héroes, villanos ni conductas sociales o individuales que reprochar. Esta crisis trastoca tanto a los más comprometidos con su salud como a los más irresponsables de la de los demás.

Para la aflicción que genera esta problemática emergente, tampoco es suficiente el entender, respetar y solidarizarnos con todas aquellas más de 300 mil familias en crisis.

Tampoco no hay mucho que podamos ofrecer desde la gestión de la comunicación política profesional a todas aquellas personas, que luego de vivir su duelo saben que nada volverá a ser igual.

Respetuosamente escribo estas líneas y abrazo a la distancia a mis amigas, amigos, colegas, familiares y clientes que en estos dos años hemos vivido la crisis de los 300 mil.

APUNTES DEL CONSULTOR

La prudencia, la sensatez, el autocuidado, la vacunación y el respeto a la salud de los demás con el uso de medidas preventivas son piezas clave.

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