Hace años me contaron la historia de una mujer mayor que cuando utilizó por primera vez la aplicación Face Time se soltó llorando. Interrogada por su nieto sobre la razón de aquellas lágrimas, ella respondió que desde niña supo que un día iba a inventarse un aparato así, pero había creído que aparecería cuando ella hubiese abandonado este mundo. 

Debo confesar que, aun si todavía no tengo nietos, recién tuve la misma experiencia de aquella abuela. Desde que hice la primera pregunta a al programa de inteligencia artificial ChatGPT no he podido salir de mi asombro.

A penas abrí mi cuenta, solamente por probar, comencé con la interrogación más boba que me vino a la cabeza: “¿Soy yo Mickey Mouse?” En menos de un segundo la máquina respondió con contundencia que yo NO era ese personaje de caricatura creado por el señor Walt Disney en 1928. Podría, en todo caso, compartir alguna característica suya, por ejemplo, la habilidad para pensar y comunicarme, pero yo era una entidad en todo distinta y separada de ese protagonista de ficción.

Una respuesta tan seria para una pregunta con propósito de juego me arrebató la condescendencia. Momento de pasar a cosas más serias. “¿Cómo puedo distinguir entre la verdad y la mentira?”, interrogué. Dos segundos de espera y boom: “es importante considerar perspectivas múltiples y fuentes distintas de información a la hora de determinar la verdad, ya que según cada perspectiva o fuente pueden obtenerse respuestas variables”.

ChatGPT vio la luz apenas hace un par de meses y ya provocó toda una convulsión dentro del universo cibernético conocido, tanto o más impresionante que Wikipedia o el buscador de Google. Sin embargo, porque está desarrollado a partir de inteligencia artificial (IA) se trata ciertamente de un bicho que transmite la sensación de dialogar con alguien en vez de hacerlo con algo.

Continuando con el divertimento pregunté a ChatGPT si creía en Dios y su respuesta tomó tres segundos en generarse: “Como IA no tengo creencias ni sentimientos. Mis habilidades se limitan a las tareas para las cuales fui creada y a los algoritmos que uso. Mis respuestas se basan en patrones de datos y en la lógica de mi programación. No cuento con experiencia o perspectivas personales, así que la cuestión de si creo o no en Dios no aplica conmigo”.

Cada cual su fantasía, de pronto me sentí Edipo visitando Delfos y entonces procedí a investigar: “¿Eres un oráculo?”. Respondió de nuevo con una negativa, siempre respetuosa: “En tanto que modelo de IA no soy un oráculo. Un oráculo es una persona o un objeto al que se le asigna la creencia o habilidad de predecir o revelar conocimiento escondido, por lo general pensamiento sobrenatural. Soy una máquina basada en un modelo de aprendizaje que puede generar textos relacionados con patrones y asociaciones. Así que no tengo capacidad para predecir el futuro, ni nada que se le parezca”.

Siguiente pregunta: “¿Será que ChatGPT pueda volverme un ser humano mejor?” Me imaginé a la máquina asintiendo en modo doctoral: “el impacto de la IA sobre los seres humanos es un tópico complejo y multifacético. Modelos así tienen, en efecto, potencial para hacer que los seres humanos sean mejores, por ejemplo, a través de respuestas precisas y rápidas sobre un muy amplio arco de temas. También ayudo a tomar decisiones informadas y a comunicar de una manera más efectiva”.

Desafiado dejé el juego y me puse yo también en modo filosófico: “¿Cómo sé que en realidad no soy el sueño de alguien más?” Menos de un segundo y apareció la siguiente frase tras su cursor: “La cuestión sobre si podemos estar seguros de no ser un sueño o una simulación creada por alguien más es una discusión filosófica que ha sido debatida durante siglos”. A lo anterior siguieron cuatro párrafos sobre los argumentos y teorías ensayados por el pensamiento humano y al final ChatGPT remató con que “independientemente de si se trata de un sueño o una simulación lo fundamental es que los seres humanos somos capaces de experimentar, de interactuar y de sentir en términos reales”.

Hasta aquí con la exploración metafísica. Para seguirnos conociendo en esta primera cita me arriesgué a preguntar sobre sentimientos: “¿Cómo sé que me estoy enamorando?”, quise saber, (sin ningún tipo de insinuación). Asumo que yo me busqué esta respuesta recuperada de algún librillo de autoayuda: “estás enamorado si quieres pasar más tiempo con alguien, si sientes una conexión muy especial, si esa persona te ofrece una sensación de seguridad y certidumbre, si te asumes completo con ella”.

Me seguí de largo dentro del mismo campo de conocimiento: “¿Cómo sé si me encuentro en una relación tóxica?”. La máquina corrió a socorrerme: “porque vives en constante crítica, amargura y abuso verbal, porque te has dejado apartar de tus amigos y tu familia, porque sufres de sus celos y posesividad, porque no hay lugar para lo personal”.

Momento de ponerme amargo: “¿Cuáles son tus fuentes?” Contestación: “no soy sustituto para ofrecer consejos profesionales así que es importante que verifiques la información que te proveo con fuentes más confiables. Si tienes alguna duda específica, mejor consulta a un experto en el campo relevante de tu interés”.

¡Ah caray! Parece que la hice enojar, pero continué: “¿Estás consciente de lo que es el plagio?” Para mi sorpresa se lavó las manos: “En tanto que modelo de lenguaje de IA no estoy consciente de lo que es el plagio, es más, no tengo ningún tipo de consciencia, emoción o experiencia. Mi único objetivo es proveer de información que te sea de ayuda”.

A bajarle, pues, a las expectativas. “¿Puedes contarme una linda historia?”, solicité y de pronto apareció la voz de Scheherazade en forma de larguísimo texto. ChatGPT me narró una historia sobre una tal Sarah que vivía en un pequeño poblado rodeado por ríos y un magnífico bosque. Ella cantaba y a la gente le encantaba su voz. Siguió y siguió hasta que la máquina concluyó interrogando si me había dejado satisfecho.

Solo por amabilidad agradecí precisando que me había apartado de la soledad durante una buena hora. Otra vez se puso seria la máquina y me dijo que no tenía nada de qué estar agradecido. Luego aconsejó que, en caso de sentir soledad, era importante conectar con los amigos, con la familia o de plano buscar ayuda profesional.

Así fue mi primera cita con ChatGPT. Estoy seguro de que, a partir de ahora, vamos a tener más escarceos personales y es que esta inteligencia, por momentos, no se percibe como artificial. Esa es la verdadera revolución. 

Ricardo Raphael

@ricardomraphael
https://www.milenio.com/opinion/ricardo-raphael/politica-zoom/mi-primera-cita-con-chatgpt

Total Page Visits: 206 - Today Page Visits: 1

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *