Ser mujer

Una mujer ¿nace o se hace? La genética nunca determinará lo que es un ser humano ni las características inherentes a una persona. No será una circunstancia fortuita la que rija condicionantes esenciales de un ser, no será un resultado azaroso el que escriba la historia de una persona. Ser mujer es un trabajo deliberado, no fruto de circunstancias exógenas y ajenas al ser. Ser mujer es una decisión para cumplir la misión de vida o nuestro contrato sagrado.

Es una elección personal que va más allá de características biológicas innatas. Ser mujer es un privilegio enorme, tanto como lo es el ser hombre. Es formar parte de la vida. Una mujer se hace, como cualquier camino, “al andar”, en el campo inmenso y fértil de la cotidianeidad. El ser va más allá de las características predeterminadas, de los roles y circunstancias que acotan y prestablecen lo que es ser mujer. Ser mujer es saber que el destino no está escrito y que éste se genera momento a momento con nuestras acciones y decisiones. Ser mujer es comprender la dignidad de todos los seres sintientes de éste y otros universos, es tener la convicción de que somos trascendentales para generar el bien dentro y fuera de nuestro hogar, es decidir qué queremos aportar al mundo y cómo debemos hacerlo.

Es nunca dudar de que tenemos alas para volar, que la imaginación y los sueños son inmarcesibles, que las circunstancias son modificables y que las malas rachas no son eternas. Ser mujer es no creer en membretes ni en signos falsos de poder. Es no deslumbrarse con la apariencia y perseguir las esencias de seres y hechos.

Es atreverse a ahondar en la superficie y piel para generar conceptos y convicciones propias. Ser mujer, reitero, es una decisión. Es abrazar de mil formas la vida y comprender que en el vientre puede o no gestarse una criatura de carne y hueso, pues es posible que emerjan de él añoranzas e ideas. Los frutos no siempre son de piel y sangre, sino de imaginación e ideales, de trabajo consistente para recordarle su papel trascendental a los demás seres. Ser mujer es amar, pero no bajo los principios de la propiedad privada, sino de una libertad eterna y perene que nos confiere la dignidad, el reconocer que somos profundamente amadas por el Principio de la Vida y creador de la luz. Es despertar con la convicción de que existen semillas que sembrar y aliento que compartir con aquel que olvidó su grandeza. Ser mujer es una esencia que va más allá de la materia, es poseer características que autorrigen lo que queremos aportar a esta realidad tridimensional.

Ser mujer es estar conscientes del instante que respiramos. https://www.milenio.com/opinion/ivette-estrada/columna-ivette-estrada/ser-mujer

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